Querido tú reflejado dentro de mí
Querido tú reflejado dentro de mí:
Hace mucho tiempo desde que nos encontramos por primera vez. Yo, me miré las zapatillas, las recuerdo perfectamente. Y me dije, “oh, no, otra vez no…” Había sido una enamoradiza hasta ese momento, y en aquella ocasión, volví a caer. Sencillamente, me enamoré de ti nada más verte, o quien sabe, añadiéndole un punto etéreo a esta historia, recordé que te amaba en el momento en que te vi.
Tal vez, sólo tal vez, algún día, sea lo suficientemente valiente como para preguntarte a la cara “¿por qué?, ¿por qué no quisiste estar conmigo? Intenté contestarme esta pregunta una y mil veces, siempre con argumentos diferentes, y cuando se me acababan las diferencias, volvía a empezar. Lo primero que se me venía a la cabeza era lo más evidente: que no me querías. Luego deambulaba por diferentes acontecimientos que contradecían esta respuesta. Así terminaba en otra deducción: es que no querías una relación seria. Pero en cuanto lo mentaba sabía que era mentira, sí que la querías, y mucho. Estabas deseandito de que te quisieran. Luego llegaba a donde fui infiel y deshonrosa conmigo misma una y otra vez: no soy lo que él quiere, no soy suficientemente buena, no soy el tipo de mujer que a él le gusta, no soy, no soy, no soy, ¡no era!. Uf, y ahí volvía a empezar toda la rueda. Sin embargo, tomara esta acción la de veces que necesitara ese día, ese mes, o ese año (sí por suerte la cosa se iba espaciando), nunca quedaba satisfecha con la respuesta, quedando una sensación muy contundente de que eso no estaba cerrado dentro de mí. Pasó el tiempo, vinieron otras personas, otras relaciones, algunas horribles y otras realmente maravillosas… Y por fin, te olvidé, como comúnmente se dice. Olvidé la de veces que había esperado un email tuyo, olvidé todo lo que para mí había significado todas nuestras conversaciones, olvidé las promesas hechas… ¡olvidé! Qué tremendo alivio, con el trabajo que me había costado y la de horas que había dedicado a soltar algo que cogí sin siquiera darme cuenta ni ser consciente de en qué momento agarré aquella perra por ti. Sí, corazón, no sé cómo, cogí un amor hacia ti que no sabía de dónde venía y que jamás pude compartir contigo de tú a tú. Era demasiado vergonzosa e inmadura y simplemente me dejé hacer por ti. Este dejar hacer es curioso y digno de mención, porque no es la primera vez que me pasa. Es un “me dejé hacer por la vida” sin caer en la ausencia de responsabilidad y control de lo que ocurre. Dicho de otra forma, no ocurría lo que yo quería pero no me parecían mal los acontecimientos.
Así durante todo el tiempo que estuve habitando en este amor hacia ti, o hacia lo que tú me reflejabas, o hacia lo que tú eres, pasé de la aceptación de ese amor, al rechazo, del rechazo a la resignación, de la resignación al reconocimiento, del reconocimiento a las ganas de escribirte, y un largo etc. Así viví hasta que el tiempo me ayudó a “olvidarte”. Simplemente te coloqué en un lugar que no conectaba con mi presente, estabas ahí, y ya está.
Tras todo este tiempo justiciero, he vuelto a la misma pregunta, ¿por qué? Todo este recorrido de estos años me ha hecho llegar a un lugar muy profundo dentro de mí. Me conozco como antes no lo había hecho, y me dispongo a caminar de una forma que no cualquiera puede entender. Algunos me detestan, otros se apartan de mi lado… Pero hay otras personas, en concreto yo, que se quedan. Elijo quedarme conmigo eternamente, así, sin condiciones. ¿Qué te parece? Estoy encantada. ¿Sabes por qué? Porque puedo amar sin fronteras a las personas que así decida, amar desde el corazón. Los limites los pongo yo, ni tú ni otras personas. Y esto me hace estar encantada de la vida, encantada conmigo misma y encantada con todo lo que me rodea.
Por este estado de felicidad que me he labrado con mi constancia, voy a cometer el gran atrevimiento de dejar por escrito por qué no quisiste estar conmigo. Para empezar, descarto que el tiempo nos dará otra cosa, porque creo que tu sentir y el mío han tomado caminos bien distintos, cada uno se ha construido su vida y no sé hasta qué punto podemos entrar el uno en la vida del otro. Esta opción sería toda una grata sorpresa. Así voy a la opción que me hace quedar tranquila y contenta, la explicación que me mantiene serena y que mi corazón sabe que es acertada para mí. Además, he aprendido, que para llegar a una buena respuesta, necesito una buena pregunta, clara y precisa.
Así pues: ¿por qué corazón no quisiste que compartiéramos nuestra vida en una relación de pareja? Porque tenías miedo, te habían hecho daño y tenías miedo. No eras el único, yo no me acercaba a la mejor versión de mí misma porque estaba preocupada en si me aceptabas como era o no, sin embargo, me mostraba, con mi corazoncito dispuesto a recibir amor de ti. En esa época me asemejo a la chica tímida del colegio que se mira los zapatos dándole patadas a un brick vacío de zumo en el patio del colegio, mientras se pregunta si un día vendrás o quedará en una simple fantasía. Tenías miedo porque si aquello que menciono se hubiese llegado a dar, hubieses tenido que tragarte tu orgullo y comerte todas tus palabras y lloriqueos, y admitir, que hay personas que te pueden amar tal y como eres, pero que hay que tener los suficientes huevos para dejarlas entrar en tu vida. ¿Por qué es necesaria semejante valentía? Porque ya no tendrás excusas para no amarte tú, ya no podrás quejarte de que no hay nadie que te ame, ya existe alguien que lo hace, pero tú todavía andas toreando en lugar de coger al toro por los cuernos. O no, simplemente tenías la certeza de que esa tarea se la dejabas a otro y tú podrías seguir peleando y dejando espacio para el llanto cuando la vida te llevase a ello. Todo esto es un supuesto, en su momento me apartaste de tu vida (cosa que no reprocho, estás en tu libertad para hacerlo) y no he vuelto a saber nada de ese corazón guerrero y luchador que se esconde en esos ropajes que prefiere mostrar para que no le hagan más daño. Si preferías dejarle a otro lo que nadie mejor que tú puede hacer, siento decirte, que estoy orgullosa de nuestro encuentro, porque durante toda aquella época intenté meterte una cosa en la cabeza: hay personas y buenas que están ahí, dispuestas a torear a tu lado si les dejas. Hay personas que te pueden amar con el corazón abierto si permites que así sea. Hay personas buenas que no merecen la queja de que existen personas no gratas. Estas personas que cada día intentan hacer de su vida una vida mejor para que el legado de su existencia sirva para algo y no sea sólo una simple película que engullir una lluviosa tarde de domingo. Estas personas, corazón, merecen la pena. Eso sí, es importante, haber dicho a otras, es más, haber dicho a muchas otras, que no.
Te amo corazón, y si pasé por tu vida, y te ayudé aunque sea sólo un poquito, me doy por satisfecha. Nos encontraremos en los confines de la eternidad, entre sillas y tiempos, entre sonidos y llantos, que nos devolverán al océano al que pertenecemos. Siempre contigo.
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