CUANDO NOS AZOTA LO EXTERNO

Creo que no somos conscientes de cuántas cosas nos vienen decididas de fuera desde el mundo exterior. Una suma de decisiones que es similar a un oleaje que nos sacude una y otra vez mientras estamos en una playa que, sin saber todavía muy bien cómo hemos ido a parar ahí, no es la nuestra. Puede que en tu caso, seas consciente de esta inercia que te empuja y te arrastra, te incita y te sacude y que te veas abrumado, decidiendo así echar la mirada a otro lado, como esperando que pase el tiempo. Un discurrir temporal para que la historia cambie y para que todo pueda desembocar en un lado distinto al que presientes.

En ese sentido mientras estamos en esa playa me atrevo a entrever que todos somos un poco huérfanos, es decir, nos queremos sentir arropados y ayudados por el oleaje y que aun así, seguimos estando solos y desarropados, sin nada que nos resguarde y envuelva con cierta calidez.
Sin embargo, la toma de decisiones y esa inquietud interna del que se pregunta « ¿estaré haciendo bien?», no desaparece. Tal vez hay algo más profundo que en el tiempo apremia a salir aunque desviemos la atención. Porque lo cierto es que cuando tú mueves ficha por ti, nadie podrá hacerlo en tu lugar.
Y esto ocurre porque en realidad, son cosas que solo las debe decidir cada cual ya que van a marcar nuestro camino. Independientemente de la consciencia que tengamos respecto a la decisión, al partir de uno mismo vuelve al lugar del que salió. Parte de la dificultad está creo en separarse de todo lo que viene de fuera —discernirte a ti mismo entre el oleaje— y también en pararse a pensar, sentir y reflexionar porque la propia corriente lo dificulta.
Finalmente, acabo estas líneas afirmando que no solo es el oleaje el que puede dificultar la toma de decisiones, sino también la actual vida que discurre en la que falta corazón. Hay muchas emociones pero POCO CORAZÓN. Ojo que no hablo de ñoñerías —que también están muy bien cuando son necesarias— me refiero al corazón sabio, maduro, firme y consciente que puede dar soporte a toda nuestra vida. Hablo de un corazón que necesita atreverse a vivir la vida que en su intimidad guarda para sí.
Este tipo de corazón es el único que nos puede ayudar a decidir si nos dejamos azotar por el oleaje o si empezamos a ejecutar movimientos incluyendo esta vez, una mayor amplitud en nuestra capacidad de decisión.