LA AVENTURA DE MI VIDA Introducción
Querid@s lectores, retomo mi blog. Me apetece mucho contaros y narraros cosas que tengan que ver con el trabajazo que me he dado estos años, no solo a nivel laboral, sino también a nivel personal. Como he comenzado a escribir el siguiente libro —quiero que vea la luz en papel dentro de poco— voy a empezar este artículo en 2019 con el comienzo de toda esta aventura que ha sido para mí «la Escuela de la Flor de Lis». Sí, porque esto ha sido, es y sigue siendo, la Aventura de mi Vida. Esto comenzó el día en que decidí ponerme a escribir el que creí que iba a ser mi primer libro.
Cuando tomé esta decisión lo hice tremendamente entusiasmada. Personalmente la cosa la tenía bastante complicada pero la verdad es que no me importó. La lectura me ha acompañado desde pequeña. Devoraba los libros de «Pesadillas». No fui una lectora muy prolífica porque tampoco he tenido mucho tiempo a causa de mis estudios en el Conservatorio y la necesidad de empezar a trabajar pronto. Y de la misma manera, tenía una necesidad de escribir tremenda. Algún accésit gané en el instituto con un relato que más que pensarlo lo escupí mediante mis dedos directamente al ordenador. En lo que tenga un intelecto sano de vida, recordaré siempre esa sensación de tener algo voluminoso en el pecho. Una sensación que me empujaba directamente al escritorio de la que fue mi habitación en Jaén, con mi libreta gorda y mi boli de tinta gel azul. Es más, os puedo contar incluso que eso que tenía en el pecho era, tal y como lo expresaba yo en aquella época, «saber cosas de la vida». Porque ya con dieciséis años sabía que sabía un montón y además, también sabía que quería contarlo.
Lo cierto es que aunque tuve algún intento fui incapaz de escribir. Principalmente, porque no tenía las herramientas adecuadas —lenguaje, confianza, un trabajo intelectual y un intelecto capaz de expresarse— ni tampoco las circunstancias idóneas. Ya había elegido carrera y en mi caso, era un estudio que me ocupaba la mayor parte de mis recursos físicos e intelectuales. Porque la música y la disciplina de un instrumento no son tarea fácil y cuando estás verde o eres un novato en algo, hay que echarle tiempo, recursos y GANAS. Sí, las ganas son las protagonistas para desarrollar y llevar a cabo cualquier labor.
Pasó el tiempo, exactamente doce años. Y más que pasar, yo diría que llegó el tiempo. Porque lo que ocurrió fue que llegó el tiempo de escribir. Algo que finalmente me había dedicado a hacer en soledad a modo de diarios y que a pesar de lo que me ayudaba, no hizo desaparecer ni mucho menos, esa existencia de ese sentimiento que he comentado.
Para cuando llegó el momento, aterricé en un lugar de País Vasco precioso. Maravilloso diría. Llegué con mi bola de cristal, mis libretas de papel reciclado, mi ordenador, mi Tarot de Marsella y muchas ganas de escribir. Y lo hice, vaya si lo hice. El libro no, porque este tardé en escribirlo todavía un año y medio desde aquel momento. Pero me dediqué a escribir todos los días, entre tres y seis horas, dependía del día. Fue ahí cuando entendí a algunos compañer@s del Conservatorio, que eran capaces de pasarse todo el día estudiando la guitarra. Ell@s tenían con el instrumento lo que yo, con el papel y el bolígrafo. ¿Por qué no llamarlo Amor? Continuará…
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