La Independencia- Aliento 21- Te Regalo un Aliento©
Mucho se ha hablado y se habla de lo que es ser independiente, pero pocos son los que conocen lo que realmente supone en la vida diaria, y yendo más allá, del valor que tiene serlo.
Mucho se ha hablado y se habla de lo que es ser independiente, pero pocos son los que conocen lo que realmente supone en la vida diaria, y yendo más allá, del valor que tiene serlo.
Llegados a este punto del libro he de decir varias cosas más. Estamos inmersos en un mundo y un ambiente tremendamente machista y competitivo, donde nada parece ser suficiente: el patrón y el listón de exigencia es tan alto que algunas personas caemos por el camino. Ese machismo nos lleva continuamente hacia un patrón de perfección muy difícil de alcanzar y sostener en el tiempo, si se quiere ser uno mismo en lugar de ser una versión mediocre o figurada de quien uno es. La mediocridad viene dada por una falta de valoración de lo que se supone que es estar vivo en la Tierra. Ese «estar vivos» en un cuerpo físico —no necesita de nada más que no sea el simple hecho de estar en el cuerpo. No puedo ser yo mismo si no es uno mismo el que habita los huesos y la carne.
Nuestra psique está conformada por una estructura emocional y mental que nos mantiene funcionando en nuestro devenir diario de una forma muy concreta. Esta estructura hace que nos relacionemos con los demás e incluso con nosotros, con unos patrones característicos y peculiares. Me gusta decir que los conflictos humanos vienen a ser comunes y generales en todos pero que, el cómo se conforman en cada uno es lo que es particular. Todos tenemos hecha la casa del mismo tipo de ladrillo aunque la arquitectura sea distinta. Este hecho, en lo conveniente al Amor Real que mencioné al principio, es diversidad, integración, transformación, descubrimientos, hábitos nuevos, nutrición de distintas formas, etc. Sin embargo desde la negatividad es una guerra constante por la forma en que se tratan las diferencias.
Amo todo lo relativo a la existencia humana, principalmente por lo que resulta del acto de vivirla, del pasar de los años y las circunstancias. Recuerdo cuando leí «La casa de los espíritus» de Isabel Allende. Me encontraba en plena adolescencia en Jaén. Era verano y teníamos esas noches calurosas que los de allí conocemos. Empecé el libro y no pude parar hasta que lo acabé. En menos de una semana me lo había leído. Lo que me sorprendió de la historia fue la repetición en distintas generaciones del mismo hecho entre la mujer y el hombre. Quién me iba a decir a mí que, años más tarde, yo me estaría preguntando sobre esto mismos para aplicármelo a mí. El día que acepté que una mujer joven e inteligente como yo había podido ser anulada y rota en mil pedazos por un maltratador psicológico, comenzó la búsqueda del por qué y del cómo había podido llegar hasta ese punto.
Esto que voy a contar a continuación es muy frecuente en las personas que hemos tenido o tenemos tendencia a dejarnos abusar; y es que nos falta egoísmo. Diría que mucho. Cuando intentamos serlo es como que no nos sale, nos encontramos incómodos e incluso, terminamos haciéndonos daño. ¡Qué trabajo nos cuesta pensar en nosotros! Como si más allá del acto egoísta llevado a cabo nos esperara una venganza divina o algo más difícil de recoger.
Hay muchos tipos de caprichos pero voy a nombrar los dos más comunes en el ser humano y que tienen que ver con la temática de este libro. Uno es ese capricho con el que te endulzas la vida, se te hace más fácil o familiar durante un tiempo e incluso, si estás muy espléndido, disfrutas de ello sin dramas, remordimientos o culpas. El otro capricho, es uno de los más peligrosos, esos que pueden llegar a joderte la vida, llevarte a perderte y en otras instancias, más recalcitrantes, jodes a los demás y también consigues que se pierdan. En esta última posición he visto de todo, pero lo más asiduo es el tinglao que se suelen montar estas personas para auto convencerse de que no se han equivocado, de que todo va bien, aunque llegar hasta el final suponga destrozarse uno o destrozar a otro. Esto me recuerda a ese cazador furtivo que busca el marfil del elefante y que a pesar de haber tenido la oportunidad de mirarlo a los ojos y reconocer algo de conciencia en ellos, sigue adelante con su proposición.
A pesar de mi juventud sé bien lo que es estar sola en un sentido literal. Si bien las personas que han estado cerca de mí me han podido ayudar, su forma de estar y su vida han impedido que ese acercamiento haya sido real. Por otro lado, reconozco que es mi forma de ser, es lo que cómo soy yo realmente lo que ha sido causa de mi soledad. He sido médium y vidente desde pequeña. Esto significa que he tenido conocimiento del mundo imperceptible para los sentidos físicos y también de futuras situaciones propias o de las personas allegadas. Esto me ha hecho desarrollar una serie de mecanismos centrales para manejarme en las relaciones con los demás, bastante complejos. Estos mecanismos, si bien me han servido para entender y comprender a los demás, han dificultado de forma directa que yo me pudiera entender a mí, mi vida, mi experiencia y mi forma de ser también.
Si en según qué casos, ser sinceros con nosotros mismos puede resultar difícil por lo que supone, para lo que significa cambiar en un sentido literal del término, tengo para escribir un manual aparte. Qué decir: a pesar de lo inestable, inseguro y lo cambiante del mundo en el que vivimos nos aferramos a lo permanente como el náufrago que hinca las uñas en la balsa tras una zozobra. La inercia que conservamos en nuestro mundo interior con la cual sostenemos lo permanente, a día de hoy es mucho mayor, que la opción de cambiar. Esto ocurre sobre todo por costumbre, porque es lo que nos han propuesto nuestros linajes, nuestras familias, nuestra sociedad y porque, lo hemos aceptado la mayoría sin rechistar. De vez en cuando alguien se revela y suelta algo distinto —ante lo cual o bien huimos despavoridos o bien nos acercamos atraídos por esa nueva melodía que termina luego en rechazo—, ante lo cual es difícil que esa criatura no termine engullida por el ambiente y la inercia general. En este punto, es un acto de heroísmo mantenerse a salvo de todo ello, incluso puede llegar a ser el área en el que más esfuerzos se invierte: se construye día a día una fortaleza que aleja eso que puede destruir tu vida y que mantiene a raya al invasor y/o al maligno.
Hay qué ver cómo cuesta hablar de las cosas tal y como son. Como si ponerle palabras adecuadas y necesarias a nuestros asuntos fuera en detrimento de lo que nos han inculcado desde ciertos mundos. Tenemos una contradicción por norma general bastante absurda: que lo que es negro, oscuro y negativo, se puede ver de color de rosa y así de paso, justificar todos los procesos de ceguera para luego pasar a hablar, desde el victimismo irresponsable y decir, yo no lo sabía, todo iba bien hasta que cambió, etc. Cuando lo que es negro es negro, lo pinte como lo pinte. E irónicamente, cuando parece lo que sí es de color de rosa de forma real, tendemos a estropearlo con lo negro o también, no permitir que lo negro nos deje ver el rosa, color que por cierto, también forma parte de la vida. Tan real como ella misma que es.
Si no fuera porque la mayor parte del tiempo es muy difícil de soportar, el ser humano vería más de sí mismo de lo que ve actualmente, facilitando así una mayor conciencia de sí. Hay facetas personales o de otros que nos cuesta trabajo de admitir, de ver, de reconocer, de identificar… Ya no solo porque puedan ser más o menos negativas u oscuras, sino porque la humanidad y compasión que generan en nosotros son capaces de llegar a un nivel de conciencia tan distinto del que solemos estar acostumbrados que pueden suponer una transformación inminente, profunda y real. Muchas personas se han quedado aferradas a descubrimientos que han hecho en su vida, o a situaciones traumáticas o incluso a otro tipo de acontecimientos, porque no han sabido, no han podido o no han querido desarrollar, la transformación que ello les genera. Ocurre en los casos de abuso y maltrato de forma abundante. Ambos casos son un tipo de experiencia que nos cambia de forma esencial: afecta a quien somos realmente, por dentro y por fuera. Actuar como si eso no ocurriera termina siendo una incoherencia que nos sale muy cara, porque no nos conduce a lugares positivos, todo lo contrario: destructivos y de una continua infravaloración.
Creo sinceramente que si la vida no fuera tan maravillosa, no sería vida. Sería otra cosa. No justifico ni apoyo la existencia del sufrimiento, de lo negativo ni de la maldad humana y lo cierto es que estoy cansada de esa fase en la que si existe lo uno, ha de existir lo otro. Pienso que esto puede ser una forma de recordarnos que se puede descubrir y vivir, tanto lo uno como lo otro. Lo cual me lleva a reconocer, que si no llego a tener ese afán de descubrimiento, me habría quedado en la cara fea de la vida, la que te anula y te pisa, la que siempre te pide más y te devuelve migajas en comparación con lo que estás poniendo. Si no llego a proponerme ese equilibrio entre lo que pongo y lo que recibo, me habría terminado auto inmolando. Puede parecer mentira pero es el egoísmo humano el que está dando de comer en la actualidad a la mayoría. Viven preocupados por el mañana sin ocuparse amorosamente de su presente, sin cuidar lo que en ese momento de verdad les garantiza ese mañana tan afanado; echándole las culpas a dios o la vida cuando los mayores responsables de ese tinglao son ellos. Somos nosotros y obviamos que el egoísmo es un arma de destrucción masiva de largo y alto alcance. Si jodes una vida no sólo fastidias a esa persona, también a aquellas a las que esa persona pueda ayudar o beneficiar por el camino. Si Neil Donald Walsch no hubiera decidido salir adelante a través de la escritura yo no habría podido aliviar en mí la toxicidad que me inyectaba una persona de confianza por la espalda. Hubiera necesitado algo más que la bulimia nerviosa, la guitarra, el Conservatorio y mis diarios para salir adelante.
Uno de los motivos por los cuales me encuentro escribiendo este manual es porque sé que existen situaciones en nuestra vida que bien podrían estar sacados de un libro de Stephen King. Son acontecimientos, circunstancias o estados que han desembocado en una auténtica pesadilla. No una de esa que tienes cuando te vas a dormir, sino en una de esas que se repite una y otra vez un día, un anoche, al día y a la noche siguientes… Así durante un tiempo que pasa a ser eterno. Nos quedamos encerrados en un laberinto del que difícilmente podemos salir, no porque no seamos capaces, sino más bien, porque para salir de las pesadillas hemos de reconocerlas e identificarlas. Dicho de otro modo, hemos de saber dónde estamos y qué situación es la que se amplifica de fondo. El problema es el siguiente: cómo vamos a reconocer dónde estamos si la principal herramienta que es nuestro pensamiento está saturado de esa distorsión que ha generado y alimentado la reproducción de la propia pesadilla.
Sé de buena tinta que aunque muchos de nosotros estamos habituados a la superficialidad o a lo relativo al mundo externo de la vida —los sentidos físicos— y las relaciones, tenemos y guardamos, un mundo interior que nos define y nos hace causa. Normalmente no solemos compartir este mundo interior. Conviene no confundir el compartir este mundo interior con compartir sentimientos, que aunque puede parecer que se mezclan, cada cosa va por un sitio. Esto ocurre principalmente por dos motivos: a pesar de ser este mundo interior lo que estructura todo nuestro mundo externo no somos conscientes de él, por un lado; por otro, uno de los elementos que le dan soporte a este mundo interno como si de muebles de una estancia se tratase, son las emociones y los sentimientos. Existe también, otro soporte muy importante y que suele pasar desapercibido para muchos porque es, forma parte indisociable de uno mismo, el corazón.
La mayoría de nosotros en esta sociedad construimos día a día. Hacemos todo lo que podemos hacer por continuar con las pautas establecidas: esas que se supone que son las correctas y que tenemos realizar si queremos llegar a eso que se considera éxito. El éxito que nos venden de forma generalizada consiste en un paquete muy concreto que presupone y asegura la correcta supervivencia de una nación fuerte y unida. Una nación conformada por millones de familias que hacen el esfuerzo de salir adelante aunque lo que la sinceridad de algunos de sus miembros guarda, son unas ganas tremendas de mandarlo todo a la mierda. Principalmente, mandar a la mierda a eso que religiosamente llamamos «familia».
Hay temáticas y temáticas… Una es el empleo, otras es el paro, otra es la inmigración, otra es la diversión a causa del sufrimiento de los extranjeros o de los marginados… Y voy a poner una sobre la mesa, ahora que ya me ha entrado una parte del esfuerzo que hice por salir del armario como vidente porque eso de que está todo hecho, que España va bien y un gran etc., ha terminado en un tremendo naufragio que se repite constantemente. Vamos, a mi querido Juan Sebastián Elcano le doy un abrazo. La vida que conseguimos tener aquí en España hay que ganársela en confianza, porque muchos de los que vivimos aquí tenemos una batalla constante con el engaño, la búsqueda, el encontrar y el tomar decisiones
A veces nos creemos más guays por hacer o no hacer ciertas cosas. El nivel de estupidez humana que observo me resulta sorprendente. Es cierto que de vez en cuando me ha gustado considerarme parte del pastel, pero después de darle muchas vueltas al asunto y verlo desde distintos puntos de vista, me he dado cuenta de que prefiero quedarme encerrada en mi casa disfrutando de un buen desayuno por la mañana que salir corriendo a encontrar chollos. Esos chollos que tomados desde un exceso de confianza y una falta de respeto, luego puedes arrojar a la basura. Que hagas esto con la ropa, pues tiene un pase, pero que lo hagas con las personas, es una hijoputez del tamaño de un piano que te cae en la cabeza y te destroza la vida.
Ahora considero las cosas de una forma diferente. He cambiado mucho en poco tiempo. Lo que no sabía era qué niveles de conciencia estaba recuperando de mí y cuáles dejando atrás. He de añadir que tiene la misma dificultad una vía que la otra y que ambas se pueden asumir de forma simultánea. La dificultad estriba en el nivel de valentía que te comprometas a sostener en tu mundo interior, es decir, esto no dependerá de nadie salvo de ti mismo. En ese sentido nadie ni nada nos puede salvar de la intensidad implícita a la experiencia que estamos llevando a cabo, bien sea por una gran desconfianza hacia eso que somos más allá de nuestras raíces terrenales, tanto dentro como fuera del cuerpo.
El ser humano viene sufriendo a marchas forzadas durante muchas existencias. Esto que es una evidencia puede parecer una cosa que te puede dar o no por creer. Sin embargo, pienso que cualquiera que haya tenido un poco de sinceridad en su vida, puede llegar a la conclusión, dilucidar o ver de alguna manera que existen personas que son un drama. No porque sufran, al contrario, se lo están pasando pipa. Se divierten a costa del sufrimiento de otros y se permiten hacer pompas con la boca mientras hablan. Porque en realidad son como peces que no están diciendo nada aunque hacen que dicen todo. En ese sentido son de verdad, muy buenos actores (y actrices of course). Lo que pasa que una ya está cansada, hasta el mismísimo me atrevo a decir. Que ya dicho de paso como este blog es mío puedo usar el lenguaje que me salga de los ovarios. Estas personas son auténticas manipuladoras. Y curiosamente, me ha ido peor, desde el día en que me desperté a esta realidad.
Reconozco que acabé el conservatorio en una situación personal muy delicada, estaba bastante destrozada, por dentro y por fuera. Me niego a describirlo de otra manera. Cuando alguien menoscaba tu confianza y las personas que te importan y que están a tu alrededor no hacen nada por evitarlo, tu mirada interior se torna gris y oscura. Siendo esto no suficiente para el que te maltrata psíquicamente, también pretende hacerte sentir —y lo consigue— que le estás traicionando por tener otro tipo de aspiraciones reales. Aspiraciones que puedes convertir en oportunidades factibles porque trabajas para ello. Al final terminas hecha añicos.
Entre el capítulo anterior y este han pasado unos dos meses y medio. He estado bastante bloqueada. Es esa fase que los entendidos en la materia denominan «bloqueo creativo». He visto que nos ocurre a muchos. Es una especie de protección inconsciente que salta como un resorte automático cuando nos acecha un peligro real o imaginario. Esto ocurre porque la creatividad es muy transformadora, sus efectos y los lugares hacia los que movemos la inteligencia o la inspiración que usamos para crear.