La Independencia- Aliento 21- Te Regalo un Aliento©
Mucho se ha hablado y se habla de lo que es ser independiente, pero pocos son los que conocen lo que realmente supone en la vida diaria, y yendo más allá, del valor que tiene serlo.
Mucho se ha hablado y se habla de lo que es ser independiente, pero pocos son los que conocen lo que realmente supone en la vida diaria, y yendo más allá, del valor que tiene serlo.
Nuestra psique está conformada por una estructura emocional y mental que nos mantiene funcionando en nuestro devenir diario de una forma muy concreta. Esta estructura hace que nos relacionemos con los demás e incluso con nosotros, con unos patrones característicos y peculiares. Me gusta decir que los conflictos humanos vienen a ser comunes y generales en todos pero que, el cómo se conforman en cada uno es lo que es particular. Todos tenemos hecha la casa del mismo tipo de ladrillo aunque la arquitectura sea distinta. Este hecho, en lo conveniente al Amor Real que mencioné al principio, es diversidad, integración, transformación, descubrimientos, hábitos nuevos, nutrición de distintas formas, etc. Sin embargo desde la negatividad es una guerra constante por la forma en que se tratan las diferencias.
Hay qué ver cómo cuesta hablar de las cosas tal y como son. Como si ponerle palabras adecuadas y necesarias a nuestros asuntos fuera en detrimento de lo que nos han inculcado desde ciertos mundos. Tenemos una contradicción por norma general bastante absurda: que lo que es negro, oscuro y negativo, se puede ver de color de rosa y así de paso, justificar todos los procesos de ceguera para luego pasar a hablar, desde el victimismo irresponsable y decir, yo no lo sabía, todo iba bien hasta que cambió, etc. Cuando lo que es negro es negro, lo pinte como lo pinte. E irónicamente, cuando parece lo que sí es de color de rosa de forma real, tendemos a estropearlo con lo negro o también, no permitir que lo negro nos deje ver el rosa, color que por cierto, también forma parte de la vida. Tan real como ella misma que es.
Si no fuera porque la mayor parte del tiempo es muy difícil de soportar, el ser humano vería más de sí mismo de lo que ve actualmente, facilitando así una mayor conciencia de sí. Hay facetas personales o de otros que nos cuesta trabajo de admitir, de ver, de reconocer, de identificar… Ya no solo porque puedan ser más o menos negativas u oscuras, sino porque la humanidad y compasión que generan en nosotros son capaces de llegar a un nivel de conciencia tan distinto del que solemos estar acostumbrados que pueden suponer una transformación inminente, profunda y real. Muchas personas se han quedado aferradas a descubrimientos que han hecho en su vida, o a situaciones traumáticas o incluso a otro tipo de acontecimientos, porque no han sabido, no han podido o no han querido desarrollar, la transformación que ello les genera. Ocurre en los casos de abuso y maltrato de forma abundante. Ambos casos son un tipo de experiencia que nos cambia de forma esencial: afecta a quien somos realmente, por dentro y por fuera. Actuar como si eso no ocurriera termina siendo una incoherencia que nos sale muy cara, porque no nos conduce a lugares positivos, todo lo contrario: destructivos y de una continua infravaloración.
Creo sinceramente que si la vida no fuera tan maravillosa, no sería vida. Sería otra cosa. No justifico ni apoyo la existencia del sufrimiento, de lo negativo ni de la maldad humana y lo cierto es que estoy cansada de esa fase en la que si existe lo uno, ha de existir lo otro. Pienso que esto puede ser una forma de recordarnos que se puede descubrir y vivir, tanto lo uno como lo otro. Lo cual me lleva a reconocer, que si no llego a tener ese afán de descubrimiento, me habría quedado en la cara fea de la vida, la que te anula y te pisa, la que siempre te pide más y te devuelve migajas en comparación con lo que estás poniendo. Si no llego a proponerme ese equilibrio entre lo que pongo y lo que recibo, me habría terminado auto inmolando. Puede parecer mentira pero es el egoísmo humano el que está dando de comer en la actualidad a la mayoría. Viven preocupados por el mañana sin ocuparse amorosamente de su presente, sin cuidar lo que en ese momento de verdad les garantiza ese mañana tan afanado; echándole las culpas a dios o la vida cuando los mayores responsables de ese tinglao son ellos. Somos nosotros y obviamos que el egoísmo es un arma de destrucción masiva de largo y alto alcance. Si jodes una vida no sólo fastidias a esa persona, también a aquellas a las que esa persona pueda ayudar o beneficiar por el camino. Si Neil Donald Walsch no hubiera decidido salir adelante a través de la escritura yo no habría podido aliviar en mí la toxicidad que me inyectaba una persona de confianza por la espalda. Hubiera necesitado algo más que la bulimia nerviosa, la guitarra, el Conservatorio y mis diarios para salir adelante.
Uno de los motivos por los cuales me encuentro escribiendo este manual es porque sé que existen situaciones en nuestra vida que bien podrían estar sacados de un libro de Stephen King. Son acontecimientos, circunstancias o estados que han desembocado en una auténtica pesadilla. No una de esa que tienes cuando te vas a dormir, sino en una de esas que se repite una y otra vez un día, un anoche, al día y a la noche siguientes… Así durante un tiempo que pasa a ser eterno. Nos quedamos encerrados en un laberinto del que difícilmente podemos salir, no porque no seamos capaces, sino más bien, porque para salir de las pesadillas hemos de reconocerlas e identificarlas. Dicho de otro modo, hemos de saber dónde estamos y qué situación es la que se amplifica de fondo. El problema es el siguiente: cómo vamos a reconocer dónde estamos si la principal herramienta que es nuestro pensamiento está saturado de esa distorsión que ha generado y alimentado la reproducción de la propia pesadilla.
Hay temáticas y temáticas… Una es el empleo, otras es el paro, otra es la inmigración, otra es la diversión a causa del sufrimiento de los extranjeros o de los marginados… Y voy a poner una sobre la mesa, ahora que ya me ha entrado una parte del esfuerzo que hice por salir del armario como vidente porque eso de que está todo hecho, que España va bien y un gran etc., ha terminado en un tremendo naufragio que se repite constantemente. Vamos, a mi querido Juan Sebastián Elcano le doy un abrazo. La vida que conseguimos tener aquí en España hay que ganársela en confianza, porque muchos de los que vivimos aquí tenemos una batalla constante con el engaño, la búsqueda, el encontrar y el tomar decisiones
A veces nos creemos más guays por hacer o no hacer ciertas cosas. El nivel de estupidez humana que observo me resulta sorprendente. Es cierto que de vez en cuando me ha gustado considerarme parte del pastel, pero después de darle muchas vueltas al asunto y verlo desde distintos puntos de vista, me he dado cuenta de que prefiero quedarme encerrada en mi casa disfrutando de un buen desayuno por la mañana que salir corriendo a encontrar chollos. Esos chollos que tomados desde un exceso de confianza y una falta de respeto, luego puedes arrojar a la basura. Que hagas esto con la ropa, pues tiene un pase, pero que lo hagas con las personas, es una hijoputez del tamaño de un piano que te cae en la cabeza y te destroza la vida.
Ahora considero las cosas de una forma diferente. He cambiado mucho en poco tiempo. Lo que no sabía era qué niveles de conciencia estaba recuperando de mí y cuáles dejando atrás. He de añadir que tiene la misma dificultad una vía que la otra y que ambas se pueden asumir de forma simultánea. La dificultad estriba en el nivel de valentía que te comprometas a sostener en tu mundo interior, es decir, esto no dependerá de nadie salvo de ti mismo. En ese sentido nadie ni nada nos puede salvar de la intensidad implícita a la experiencia que estamos llevando a cabo, bien sea por una gran desconfianza hacia eso que somos más allá de nuestras raíces terrenales, tanto dentro como fuera del cuerpo.
Mi obsesión por el cuerpo ha sido sutil, muy sutil pero siempre presente: a ver qué van a decir de mí, las dificultades que este rasgo me va a traer, ahora que yo me encuentro mejor de ánimo me enfermo, me rechazan por el cuerpo que tengo —gordofobia o su opuesto—, etc. Así un año, otro, otro, otro… Sin duda, algo importante nos pasa con esto cuando por regla general no existe una actitud saludable al respecto de esto y cuando tu confianza se ve flanqueada por una forma corporal concreta.
Me acabo de dar cuenta de que de lo que realmente tengo miedo es de reconocer dónde estoy en este preciso instante. En primera instancia parecía ser una especie de miedo a lo desconocido pero realmente, lo que tengo es un miedo atroz a escuchar dónde estoy en este momento. Sí, ya sé que mi culo está en la silla y mi cuerpo en Salamanca ciudad, pero yo misma… Yo misma en el cuerpo, ¿dónde estoy? ¿Qué me dice realmente mi corazón?
Me dice que debo proponerme por todos los medios ser feliz, que el primer paso es ser sincera e identificar qué es lo que me hace a mí feliz. Tres cosas, tal vez cuatro, no más… Y que una vez que las identifique me ponga a ello con fruición, sin prisa pero sin pausa y sin hacer caso de abismos ajenos. Debo de continuar adelante como sea, porque el mundo externo va a volver a saltar por los aires como avance, como la vez anterior, cuando dejé la guitarra.
El ser humano viene sufriendo a marchas forzadas durante muchas existencias. Esto que es una evidencia puede parecer una cosa que te puede dar o no por creer. Sin embargo, pienso que cualquiera que haya tenido un poco de sinceridad en su vida, puede llegar a la conclusión, dilucidar o ver de alguna manera que existen personas que son un drama. No porque sufran, al contrario, se lo están pasando pipa. Se divierten a costa del sufrimiento de otros y se permiten hacer pompas con la boca mientras hablan. Porque en realidad son como peces que no están diciendo nada aunque hacen que dicen todo. En ese sentido son de verdad, muy buenos actores (y actrices of course). Lo que pasa que una ya está cansada, hasta el mismísimo me atrevo a decir. Que ya dicho de paso como este blog es mío puedo usar el lenguaje que me salga de los ovarios. Estas personas son auténticas manipuladoras. Y curiosamente, me ha ido peor, desde el día en que me desperté a esta realidad.
Y es aquí, en este momento, en el que después de lo que he contado las líneas anteriores, te rompes. Se te rompe el alma, de ver que has estado esclavizada por la mañana, por la tarde y por la noche. Se te rompe el alma porque nadie te ha echado una mano, al contrario, te han presionado, como queriendo hacerte sentir, que tú eres la verdadera razón de tu fracaso. Se te rompe el alma, porque ves que inevitablemente, se acercan con un interés hacia ti, bien sea sexual, bien sea económico… Cuántas personas solo quieren mi dinero. Cuántos hombres, solo han querido metérmela. Cuántos profesionales quieren que les mandes clientela. Cuántas personas solo quieren de ti que les saques las castañas del fuego…
Reconozco que acabé el conservatorio en una situación personal muy delicada, estaba bastante destrozada, por dentro y por fuera. Me niego a describirlo de otra manera. Cuando alguien menoscaba tu confianza y las personas que te importan y que están a tu alrededor no hacen nada por evitarlo, tu mirada interior se torna gris y oscura. Siendo esto no suficiente para el que te maltrata psíquicamente, también pretende hacerte sentir —y lo consigue— que le estás traicionando por tener otro tipo de aspiraciones reales. Aspiraciones que puedes convertir en oportunidades factibles porque trabajas para ello. Al final terminas hecha añicos.
Entre el capítulo anterior y este han pasado unos dos meses y medio. He estado bastante bloqueada. Es esa fase que los entendidos en la materia denominan «bloqueo creativo». He visto que nos ocurre a muchos. Es una especie de protección inconsciente que salta como un resorte automático cuando nos acecha un peligro real o imaginario. Esto ocurre porque la creatividad es muy transformadora, sus efectos y los lugares hacia los que movemos la inteligencia o la inspiración que usamos para crear.
Esta tarde he tenido una experiencia fuera del cuerpo muy curiosa, con estadounidenses de los años 70. Son memorias de conciencias que se han activado y que están preparadas para ser resueltas por la sociedad estadounidense. Están saliendo aquellas cosas y generaciones que van a tomar protagonismo como el señor Trump, el racismo, el deseo de una sexualidad falocéntrica muy desarrollada basada y el método empresarial estadounidense, que dista mucho de la calidad de vida que venimos desarrollando en la península Ibérica desde hace milenios.
Tal vez podría decir que el mundo onírico me abrió la puerta de mi conocimiento, pero sería mentira. Sin embargo sí que me abrió a comprender la importancia de la conexión en las relaciones, sobre todo, de cómo nos influimos, cómo nos afectamos los unos a los otros y cómo nos juntamos cuando tenemos aspectos en común más allá de nuestras diferencias.
A diario he estado anotando los sueños, luego se han convertido en experiencias, constantes experiencias vividas. Van más de mil en los últimos años. La primera tanda de libretas que guardaba la quemé en una cocina de leña en País Vasco, así, a lo brujil, para darle más emoción al asunto. Santa Inquisición, no os preocupéis, que ya quemo mis apuntes yo sola.
Recuerdo y guardo en mi memoria un par de veranos en Jaén cuando era adolescente. Un momento de aburrimiento grande me abrió por primera vez la puerta a muchas horas de intimidad en mi pequeña habitación. Era un lugar pequeño y recogido, no me importaba, lo sustancial era que ahí yo era dueña de mi tiempo, de mis acciones y mis pensamientos. Para aquel que no conozca Jaén, he de decirle que el calor en verano por la noche puede sobrepasar los 30º C. Uno ha de acostumbrarse a dormir en los excesos de temperatura. Durante esos calores, pasaba horas leyendo como si ese fuera el único alimento que necesitara. La madrugada quedaba corta en comparación con las ansias de estar así conmigo misma. Si soy sincera, no solo estaba conmigo. Mi compañía era el libro de turno.
Las primeras experiencias que tuve en esa fase de salir del cuerpo, que suelo llamar, experiencias de interfase, las tuve en casa de mi padre. En ellas sientes como te sales del cuerpo y te suceden cosas, cosas que en mi caso no podía dominar. Las tuve tanto positivas como negativas. Una vez salía del cuerpo y me ponía a bajar las escaleras, hasta que me daba cuenta de que me había dejado el cuerpo sobre la cama y el miedo automáticamente me hizo volver al cuerpo. Otra vez, y esta es la que viví con más ternura y alegría, la presencia de mi abuela me acariciaba la mano tal y como solía hacerlo cuando vivía en su casa en Jaén.
Después dejé de estudiar guitarra clásica. Sobre el 2013 el hecho de estar aislada en una habitación, manteniendo un tono muscular y una técnica, leyendo y aprendiendo una música que nadie iba a escuchar… Aquello no tenía sentido para mí la verdad. Recuerdo esa mañana, fue despertar en el automatismo del estudio: «pero qué estoy haciendo, esto ya no tiene sentido». Así que guardé la guitarra en la funda y me senté al escritorio a escribir sin ningún tipo de remordimiento.
Es en Salamanca donde he vivido la época más angustiosa de mi vida. Me tuve que creer que no estaba tan mal, que después de todo hasta salía ganando —hay que ver lo que somos capaces de contarnos a nosotros mismos con tal de no admitir la realidad que tenemos. Es normal, yo no quería parecer desagradecida con mi padre ni con su familia. Por otro lado, tampoco tenía la fuerza suficiente para estar en otro sitio y en otras condiciones. Aquí tenía la opción de continuar los estudios de guitarra. Recuerdo perfectamente la bienvenida castellana, fue una buena dosis de realidad negativa:
Al año de esto fue cuando decidí irme de Jaén, motivada y apoyada por el hecho de entrar al grado superior de guitarra en Sevilla. Trabajé un verano en Marbella y me mudé a la capital hispalense, que en parte había visto crecer a mi abuela, justo cerca de donde ella había vivido. La calle Torneo, de la que tantas veces había hablado. Siempre voy a apreciar cómo ella hablaba de su infancia en Sevilla, en San Juan de Aznalfarache y Peñaflor, como si hubiese vivido en una cama de rosas cuando la realidad fue, que vivió una Guerra Civil que la mantuvo separada de sus padres y hermanas, más todo lo que tiene vivir una guerra.
Nací en Jaén y salí de allí a los veinte años. Lo cierto es que no estaba a gusto, me ponía de frente con lo que es mi debilidad como persona. Quiero dejar claro que me está costando trabajo aceptar lo débil que soy. Hay ciertas cosas que me hacen sentir tremendamente débil, como experimentar que mi vida no está en mi mano o que por ejemplo, los momentos en los que mi fragilidad emocional me hace ser vapuleada por otros. Voy mejorando con los años, antes me pasaba que me sentía en medio de un oleaje que me tragaba, luego pude ir sacudiendo los brazos y ahora, puedo pisar con los pies el suelo, aunque el oleaje siga azotando y tenga que hacer por permanecer de pie en equilibrio.
Prefacio, en Salamanca a 7 de junio de 2017.
Querido Lector, has de saber que llevo varios años escribiendo para mí y que a la hora de escribir para los demás he querido adoptar muchas veces una forma que pudiera encajar en alguna parte del mundo actual. Eso me he generado no solo frustración, sino también la sensación de que algo no hacía bien, además de haberme vuelto muy exigente —por no escribir gilipollas. Me he hecho estudiar y mejorar todo lo posible, aunque creo que no lo he conseguido. Tengo la sensación de que tengo un tope, una limitación que me hace chascar la lengua en el paladar superior en señal de descontento.