La Independencia- Aliento 21- Te Regalo un Aliento©
Mucho se ha hablado y se habla de lo que es ser independiente, pero pocos son los que conocen lo que realmente supone en la vida diaria, y yendo más allá, del valor que tiene serlo.
Mucho se ha hablado y se habla de lo que es ser independiente, pero pocos son los que conocen lo que realmente supone en la vida diaria, y yendo más allá, del valor que tiene serlo.
Todos estamos conformados de una materia muy concreta, todos estamos hechos de una pasta. De la misma forma que la sacarosa está en la mayoría de los alimentos dulces que digerimos, a nivel humano, ocurre muy similar. La mayoría de los seres humanos aquí en la Tierra lo que queremos es sobrevivir. El hecho de prolongar nuestra vida lo máximo posible lleva siendo el motor inconsciente de la especie un buen tiempo ya. Esa es la pasta de la que estamos hechos y eso es lo que quiero tratar.
Hay muchos tipos de caprichos pero voy a nombrar los dos más comunes en el ser humano y que tienen que ver con la temática de este libro. Uno es ese capricho con el que te endulzas la vida, se te hace más fácil o familiar durante un tiempo e incluso, si estás muy espléndido, disfrutas de ello sin dramas, remordimientos o culpas. El otro capricho, es uno de los más peligrosos, esos que pueden llegar a joderte la vida, llevarte a perderte y en otras instancias, más recalcitrantes, jodes a los demás y también consigues que se pierdan. En esta última posición he visto de todo, pero lo más asiduo es el tinglao que se suelen montar estas personas para auto convencerse de que no se han equivocado, de que todo va bien, aunque llegar hasta el final suponga destrozarse uno o destrozar a otro. Esto me recuerda a ese cazador furtivo que busca el marfil del elefante y que a pesar de haber tenido la oportunidad de mirarlo a los ojos y reconocer algo de conciencia en ellos, sigue adelante con su proposición.
Si no fuera porque la mayor parte del tiempo es muy difícil de soportar, el ser humano vería más de sí mismo de lo que ve actualmente, facilitando así una mayor conciencia de sí. Hay facetas personales o de otros que nos cuesta trabajo de admitir, de ver, de reconocer, de identificar… Ya no solo porque puedan ser más o menos negativas u oscuras, sino porque la humanidad y compasión que generan en nosotros son capaces de llegar a un nivel de conciencia tan distinto del que solemos estar acostumbrados que pueden suponer una transformación inminente, profunda y real. Muchas personas se han quedado aferradas a descubrimientos que han hecho en su vida, o a situaciones traumáticas o incluso a otro tipo de acontecimientos, porque no han sabido, no han podido o no han querido desarrollar, la transformación que ello les genera. Ocurre en los casos de abuso y maltrato de forma abundante. Ambos casos son un tipo de experiencia que nos cambia de forma esencial: afecta a quien somos realmente, por dentro y por fuera. Actuar como si eso no ocurriera termina siendo una incoherencia que nos sale muy cara, porque no nos conduce a lugares positivos, todo lo contrario: destructivos y de una continua infravaloración.
Uno de los motivos por los cuales me encuentro escribiendo este manual es porque sé que existen situaciones en nuestra vida que bien podrían estar sacados de un libro de Stephen King. Son acontecimientos, circunstancias o estados que han desembocado en una auténtica pesadilla. No una de esa que tienes cuando te vas a dormir, sino en una de esas que se repite una y otra vez un día, un anoche, al día y a la noche siguientes… Así durante un tiempo que pasa a ser eterno. Nos quedamos encerrados en un laberinto del que difícilmente podemos salir, no porque no seamos capaces, sino más bien, porque para salir de las pesadillas hemos de reconocerlas e identificarlas. Dicho de otro modo, hemos de saber dónde estamos y qué situación es la que se amplifica de fondo. El problema es el siguiente: cómo vamos a reconocer dónde estamos si la principal herramienta que es nuestro pensamiento está saturado de esa distorsión que ha generado y alimentado la reproducción de la propia pesadilla.
A pesar de la situación familiar y de la tristeza que mitigaba con la música, he podido tener momentos de reír a carcajada limpia, llegando a haber una época en la que se dio con mayor frecuencia en intensidad. Con el tiempo y a la vez de repente, la circunstancia cambió y el humor pasó a estar menos accesible para mí. En parte empecé a ver cosas en mi entorno social que si bien eran «lo normal», a mí no me gustaban y como consecuencia de ello, pasé a moverme y posicionarme desde otro lugar.
A lo largo de mi vida me he encontrado con situaciones muy distintas en diferentes relaciones: compañeros de estudio, de trabajo, relaciones sentimentales, familiares… Con cada persona ha existido una pauta concreta a la hora de relacionarme, algo que podría explicar aludiendo al ponche. Es decir, las relaciones entre estas personas y yo, como si fueran un ponche en el que se mezclaban mi forma de ser, con mi deseo de descubrir a la otra persona y estrechar lazos, con un límite en mi restricción y en mi comportamiento —cuánto debo cohibirme o cuán cauta he de ser— para no despertar miedo en la otra persona. A todas estas fases, hay que añadirles claro está, las de la otra persona, que también forma su propio ponche. En este sentido, he sido lo más sincera y coherente que he podido, lo cual me ha garantizado a corto, medio y largo plazo, una conciencia tranquila, aunque por el camino me ha generado problemas, entre ellos, rechazo y en su mayor parte, soledad, mucha soledad.
La mayoría de nosotros en esta sociedad construimos día a día. Hacemos todo lo que podemos hacer por continuar con las pautas establecidas: esas que se supone que son las correctas y que tenemos realizar si queremos llegar a eso que se considera éxito. El éxito que nos venden de forma generalizada consiste en un paquete muy concreto que presupone y asegura la correcta supervivencia de una nación fuerte y unida. Una nación conformada por millones de familias que hacen el esfuerzo de salir adelante aunque lo que la sinceridad de algunos de sus miembros guarda, son unas ganas tremendas de mandarlo todo a la mierda. Principalmente, mandar a la mierda a eso que religiosamente llamamos «familia».
Hay temáticas y temáticas… Una es el empleo, otras es el paro, otra es la inmigración, otra es la diversión a causa del sufrimiento de los extranjeros o de los marginados… Y voy a poner una sobre la mesa, ahora que ya me ha entrado una parte del esfuerzo que hice por salir del armario como vidente porque eso de que está todo hecho, que España va bien y un gran etc., ha terminado en un tremendo naufragio que se repite constantemente. Vamos, a mi querido Juan Sebastián Elcano le doy un abrazo. La vida que conseguimos tener aquí en España hay que ganársela en confianza, porque muchos de los que vivimos aquí tenemos una batalla constante con el engaño, la búsqueda, el encontrar y el tomar decisiones
Mi obsesión por el cuerpo ha sido sutil, muy sutil pero siempre presente: a ver qué van a decir de mí, las dificultades que este rasgo me va a traer, ahora que yo me encuentro mejor de ánimo me enfermo, me rechazan por el cuerpo que tengo —gordofobia o su opuesto—, etc. Así un año, otro, otro, otro… Sin duda, algo importante nos pasa con esto cuando por regla general no existe una actitud saludable al respecto de esto y cuando tu confianza se ve flanqueada por una forma corporal concreta.
El ser humano viene sufriendo a marchas forzadas durante muchas existencias. Esto que es una evidencia puede parecer una cosa que te puede dar o no por creer. Sin embargo, pienso que cualquiera que haya tenido un poco de sinceridad en su vida, puede llegar a la conclusión, dilucidar o ver de alguna manera que existen personas que son un drama. No porque sufran, al contrario, se lo están pasando pipa. Se divierten a costa del sufrimiento de otros y se permiten hacer pompas con la boca mientras hablan. Porque en realidad son como peces que no están diciendo nada aunque hacen que dicen todo. En ese sentido son de verdad, muy buenos actores (y actrices of course). Lo que pasa que una ya está cansada, hasta el mismísimo me atrevo a decir. Que ya dicho de paso como este blog es mío puedo usar el lenguaje que me salga de los ovarios. Estas personas son auténticas manipuladoras. Y curiosamente, me ha ido peor, desde el día en que me desperté a esta realidad.
Recuerdo y guardo en mi memoria un par de veranos en Jaén cuando era adolescente. Un momento de aburrimiento grande me abrió por primera vez la puerta a muchas horas de intimidad en mi pequeña habitación. Era un lugar pequeño y recogido, no me importaba, lo sustancial era que ahí yo era dueña de mi tiempo, de mis acciones y mis pensamientos. Para aquel que no conozca Jaén, he de decirle que el calor en verano por la noche puede sobrepasar los 30º C. Uno ha de acostumbrarse a dormir en los excesos de temperatura. Durante esos calores, pasaba horas leyendo como si ese fuera el único alimento que necesitara. La madrugada quedaba corta en comparación con las ansias de estar así conmigo misma. Si soy sincera, no solo estaba conmigo. Mi compañía era el libro de turno.
En este artículo comparto un fragmento sobre “la relación de pareja” de mi libro El Camino de la Flor de Lis.