La Independencia- Aliento 21- Te Regalo un Aliento©
Mucho se ha hablado y se habla de lo que es ser independiente, pero pocos son los que conocen lo que realmente supone en la vida diaria, y yendo más allá, del valor que tiene serlo.
Mucho se ha hablado y se habla de lo que es ser independiente, pero pocos son los que conocen lo que realmente supone en la vida diaria, y yendo más allá, del valor que tiene serlo.
La primera vez que tengo la memoria clara y nítida respecto a lo que supone ser vidente —ver el futuro— fue un día que estaba estudiando guitarra en la casa en la que vivía. Resulta que yo había escuchado hablar a Rajoy en televisión de la crisis y al día siguiente, la que vio su futuro respecto a la crisis en España, fui yo. Por supuesto, ese futuro era materialmente nefasto: penuria económica total y absoluta. Es decir, iba a seguir dependiendo de los demás para subsistir.
Nuestra psique está conformada por una estructura emocional y mental que nos mantiene funcionando en nuestro devenir diario de una forma muy concreta. Esta estructura hace que nos relacionemos con los demás e incluso con nosotros, con unos patrones característicos y peculiares. Me gusta decir que los conflictos humanos vienen a ser comunes y generales en todos pero que, el cómo se conforman en cada uno es lo que es particular. Todos tenemos hecha la casa del mismo tipo de ladrillo aunque la arquitectura sea distinta. Este hecho, en lo conveniente al Amor Real que mencioné al principio, es diversidad, integración, transformación, descubrimientos, hábitos nuevos, nutrición de distintas formas, etc. Sin embargo desde la negatividad es una guerra constante por la forma en que se tratan las diferencias.
Esto que voy a contar a continuación es muy frecuente en las personas que hemos tenido o tenemos tendencia a dejarnos abusar; y es que nos falta egoísmo. Diría que mucho. Cuando intentamos serlo es como que no nos sale, nos encontramos incómodos e incluso, terminamos haciéndonos daño. ¡Qué trabajo nos cuesta pensar en nosotros! Como si más allá del acto egoísta llevado a cabo nos esperara una venganza divina o algo más difícil de recoger.
Todos estamos conformados de una materia muy concreta, todos estamos hechos de una pasta. De la misma forma que la sacarosa está en la mayoría de los alimentos dulces que digerimos, a nivel humano, ocurre muy similar. La mayoría de los seres humanos aquí en la Tierra lo que queremos es sobrevivir. El hecho de prolongar nuestra vida lo máximo posible lleva siendo el motor inconsciente de la especie un buen tiempo ya. Esa es la pasta de la que estamos hechos y eso es lo que quiero tratar.
Hay muchos tipos de caprichos pero voy a nombrar los dos más comunes en el ser humano y que tienen que ver con la temática de este libro. Uno es ese capricho con el que te endulzas la vida, se te hace más fácil o familiar durante un tiempo e incluso, si estás muy espléndido, disfrutas de ello sin dramas, remordimientos o culpas. El otro capricho, es uno de los más peligrosos, esos que pueden llegar a joderte la vida, llevarte a perderte y en otras instancias, más recalcitrantes, jodes a los demás y también consigues que se pierdan. En esta última posición he visto de todo, pero lo más asiduo es el tinglao que se suelen montar estas personas para auto convencerse de que no se han equivocado, de que todo va bien, aunque llegar hasta el final suponga destrozarse uno o destrozar a otro. Esto me recuerda a ese cazador furtivo que busca el marfil del elefante y que a pesar de haber tenido la oportunidad de mirarlo a los ojos y reconocer algo de conciencia en ellos, sigue adelante con su proposición.
Si en según qué casos, ser sinceros con nosotros mismos puede resultar difícil por lo que supone, para lo que significa cambiar en un sentido literal del término, tengo para escribir un manual aparte. Qué decir: a pesar de lo inestable, inseguro y lo cambiante del mundo en el que vivimos nos aferramos a lo permanente como el náufrago que hinca las uñas en la balsa tras una zozobra. La inercia que conservamos en nuestro mundo interior con la cual sostenemos lo permanente, a día de hoy es mucho mayor, que la opción de cambiar. Esto ocurre sobre todo por costumbre, porque es lo que nos han propuesto nuestros linajes, nuestras familias, nuestra sociedad y porque, lo hemos aceptado la mayoría sin rechistar. De vez en cuando alguien se revela y suelta algo distinto —ante lo cual o bien huimos despavoridos o bien nos acercamos atraídos por esa nueva melodía que termina luego en rechazo—, ante lo cual es difícil que esa criatura no termine engullida por el ambiente y la inercia general. En este punto, es un acto de heroísmo mantenerse a salvo de todo ello, incluso puede llegar a ser el área en el que más esfuerzos se invierte: se construye día a día una fortaleza que aleja eso que puede destruir tu vida y que mantiene a raya al invasor y/o al maligno.
Si no fuera porque la mayor parte del tiempo es muy difícil de soportar, el ser humano vería más de sí mismo de lo que ve actualmente, facilitando así una mayor conciencia de sí. Hay facetas personales o de otros que nos cuesta trabajo de admitir, de ver, de reconocer, de identificar… Ya no solo porque puedan ser más o menos negativas u oscuras, sino porque la humanidad y compasión que generan en nosotros son capaces de llegar a un nivel de conciencia tan distinto del que solemos estar acostumbrados que pueden suponer una transformación inminente, profunda y real. Muchas personas se han quedado aferradas a descubrimientos que han hecho en su vida, o a situaciones traumáticas o incluso a otro tipo de acontecimientos, porque no han sabido, no han podido o no han querido desarrollar, la transformación que ello les genera. Ocurre en los casos de abuso y maltrato de forma abundante. Ambos casos son un tipo de experiencia que nos cambia de forma esencial: afecta a quien somos realmente, por dentro y por fuera. Actuar como si eso no ocurriera termina siendo una incoherencia que nos sale muy cara, porque no nos conduce a lugares positivos, todo lo contrario: destructivos y de una continua infravaloración.
Creo sinceramente que si la vida no fuera tan maravillosa, no sería vida. Sería otra cosa. No justifico ni apoyo la existencia del sufrimiento, de lo negativo ni de la maldad humana y lo cierto es que estoy cansada de esa fase en la que si existe lo uno, ha de existir lo otro. Pienso que esto puede ser una forma de recordarnos que se puede descubrir y vivir, tanto lo uno como lo otro. Lo cual me lleva a reconocer, que si no llego a tener ese afán de descubrimiento, me habría quedado en la cara fea de la vida, la que te anula y te pisa, la que siempre te pide más y te devuelve migajas en comparación con lo que estás poniendo. Si no llego a proponerme ese equilibrio entre lo que pongo y lo que recibo, me habría terminado auto inmolando. Puede parecer mentira pero es el egoísmo humano el que está dando de comer en la actualidad a la mayoría. Viven preocupados por el mañana sin ocuparse amorosamente de su presente, sin cuidar lo que en ese momento de verdad les garantiza ese mañana tan afanado; echándole las culpas a dios o la vida cuando los mayores responsables de ese tinglao son ellos. Somos nosotros y obviamos que el egoísmo es un arma de destrucción masiva de largo y alto alcance. Si jodes una vida no sólo fastidias a esa persona, también a aquellas a las que esa persona pueda ayudar o beneficiar por el camino. Si Neil Donald Walsch no hubiera decidido salir adelante a través de la escritura yo no habría podido aliviar en mí la toxicidad que me inyectaba una persona de confianza por la espalda. Hubiera necesitado algo más que la bulimia nerviosa, la guitarra, el Conservatorio y mis diarios para salir adelante.
Sé de buena tinta que aunque muchos de nosotros estamos habituados a la superficialidad o a lo relativo al mundo externo de la vida —los sentidos físicos— y las relaciones, tenemos y guardamos, un mundo interior que nos define y nos hace causa. Normalmente no solemos compartir este mundo interior. Conviene no confundir el compartir este mundo interior con compartir sentimientos, que aunque puede parecer que se mezclan, cada cosa va por un sitio. Esto ocurre principalmente por dos motivos: a pesar de ser este mundo interior lo que estructura todo nuestro mundo externo no somos conscientes de él, por un lado; por otro, uno de los elementos que le dan soporte a este mundo interno como si de muebles de una estancia se tratase, son las emociones y los sentimientos. Existe también, otro soporte muy importante y que suele pasar desapercibido para muchos porque es, forma parte indisociable de uno mismo, el corazón.
A pesar de la situación familiar y de la tristeza que mitigaba con la música, he podido tener momentos de reír a carcajada limpia, llegando a haber una época en la que se dio con mayor frecuencia en intensidad. Con el tiempo y a la vez de repente, la circunstancia cambió y el humor pasó a estar menos accesible para mí. En parte empecé a ver cosas en mi entorno social que si bien eran «lo normal», a mí no me gustaban y como consecuencia de ello, pasé a moverme y posicionarme desde otro lugar.
A lo largo de mi vida me he encontrado con situaciones muy distintas en diferentes relaciones: compañeros de estudio, de trabajo, relaciones sentimentales, familiares… Con cada persona ha existido una pauta concreta a la hora de relacionarme, algo que podría explicar aludiendo al ponche. Es decir, las relaciones entre estas personas y yo, como si fueran un ponche en el que se mezclaban mi forma de ser, con mi deseo de descubrir a la otra persona y estrechar lazos, con un límite en mi restricción y en mi comportamiento —cuánto debo cohibirme o cuán cauta he de ser— para no despertar miedo en la otra persona. A todas estas fases, hay que añadirles claro está, las de la otra persona, que también forma su propio ponche. En este sentido, he sido lo más sincera y coherente que he podido, lo cual me ha garantizado a corto, medio y largo plazo, una conciencia tranquila, aunque por el camino me ha generado problemas, entre ellos, rechazo y en su mayor parte, soledad, mucha soledad.
La mayoría de nosotros en esta sociedad construimos día a día. Hacemos todo lo que podemos hacer por continuar con las pautas establecidas: esas que se supone que son las correctas y que tenemos realizar si queremos llegar a eso que se considera éxito. El éxito que nos venden de forma generalizada consiste en un paquete muy concreto que presupone y asegura la correcta supervivencia de una nación fuerte y unida. Una nación conformada por millones de familias que hacen el esfuerzo de salir adelante aunque lo que la sinceridad de algunos de sus miembros guarda, son unas ganas tremendas de mandarlo todo a la mierda. Principalmente, mandar a la mierda a eso que religiosamente llamamos «familia».
Hay temáticas y temáticas… Una es el empleo, otras es el paro, otra es la inmigración, otra es la diversión a causa del sufrimiento de los extranjeros o de los marginados… Y voy a poner una sobre la mesa, ahora que ya me ha entrado una parte del esfuerzo que hice por salir del armario como vidente porque eso de que está todo hecho, que España va bien y un gran etc., ha terminado en un tremendo naufragio que se repite constantemente. Vamos, a mi querido Juan Sebastián Elcano le doy un abrazo. La vida que conseguimos tener aquí en España hay que ganársela en confianza, porque muchos de los que vivimos aquí tenemos una batalla constante con el engaño, la búsqueda, el encontrar y el tomar decisiones
El ser humano viene sufriendo a marchas forzadas durante muchas existencias. Esto que es una evidencia puede parecer una cosa que te puede dar o no por creer. Sin embargo, pienso que cualquiera que haya tenido un poco de sinceridad en su vida, puede llegar a la conclusión, dilucidar o ver de alguna manera que existen personas que son un drama. No porque sufran, al contrario, se lo están pasando pipa. Se divierten a costa del sufrimiento de otros y se permiten hacer pompas con la boca mientras hablan. Porque en realidad son como peces que no están diciendo nada aunque hacen que dicen todo. En ese sentido son de verdad, muy buenos actores (y actrices of course). Lo que pasa que una ya está cansada, hasta el mismísimo me atrevo a decir. Que ya dicho de paso como este blog es mío puedo usar el lenguaje que me salga de los ovarios. Estas personas son auténticas manipuladoras. Y curiosamente, me ha ido peor, desde el día en que me desperté a esta realidad.
Las primeras experiencias que tuve en esa fase de salir del cuerpo, que suelo llamar, experiencias de interfase, las tuve en casa de mi padre. En ellas sientes como te sales del cuerpo y te suceden cosas, cosas que en mi caso no podía dominar. Las tuve tanto positivas como negativas. Una vez salía del cuerpo y me ponía a bajar las escaleras, hasta que me daba cuenta de que me había dejado el cuerpo sobre la cama y el miedo automáticamente me hizo volver al cuerpo. Otra vez, y esta es la que viví con más ternura y alegría, la presencia de mi abuela me acariciaba la mano tal y como solía hacerlo cuando vivía en su casa en Jaén.
Al año de esto fue cuando decidí irme de Jaén, motivada y apoyada por el hecho de entrar al grado superior de guitarra en Sevilla. Trabajé un verano en Marbella y me mudé a la capital hispalense, que en parte había visto crecer a mi abuela, justo cerca de donde ella había vivido. La calle Torneo, de la que tantas veces había hablado. Siempre voy a apreciar cómo ella hablaba de su infancia en Sevilla, en San Juan de Aznalfarache y Peñaflor, como si hubiese vivido en una cama de rosas cuando la realidad fue, que vivió una Guerra Civil que la mantuvo separada de sus padres y hermanas, más todo lo que tiene vivir una guerra.
Mis horas con las escaleras emocionales para ponerme un poquito mejor cada día, con los dibujos y afiches que hacía de mí misma, en los que me dibujaba mucho más feliz de lo que estaba y también, los resultados que obtenía —era impresionante todos los descubrimientos internos que iba haciendo sobre cómo estar mejor—, me llevaron a decidir y ver que me beneficiaba mucho más dedicarme a compartir y enseñar a otros mis descubrimientos que tocar la guitarra de forma autista. Aquello me hacía estar realmente mejor y solo tenía que sentarme al escritorio a escribir, pensar y practicar en mi día a día lo que iba descubriendo. En febrero de 2014, fue la primera que me animé a dar una charla y a ofrecer un taller de bienestar. La charla la di en un bar que estaba recién abierto, sobre el trabajo personal que había ido haciendo con el tarot. Tuvo menos éxito de lo que yo hubiese querido pero me ayudó a empezar dos pequeños talleres. A uno lo llamé «Las 9 casas del Ermitaño» y al otro, «taller de Bienestar». En ambos me encargaba de organizar y proponer lo que llamaba «trabajo interior», que viene a ser el acto de usar tus capacidades para solucionar tus conflictos internos y recuperar tu bienestar personal.
Nací en Jaén y salí de allí a los veinte años. Lo cierto es que no estaba a gusto, me ponía de frente con lo que es mi debilidad como persona. Quiero dejar claro que me está costando trabajo aceptar lo débil que soy. Hay ciertas cosas que me hacen sentir tremendamente débil, como experimentar que mi vida no está en mi mano o que por ejemplo, los momentos en los que mi fragilidad emocional me hace ser vapuleada por otros. Voy mejorando con los años, antes me pasaba que me sentía en medio de un oleaje que me tragaba, luego pude ir sacudiendo los brazos y ahora, puedo pisar con los pies el suelo, aunque el oleaje siga azotando y tenga que hacer por permanecer de pie en equilibrio.