Conócete, obsérvate y diferencia
Comienza una nueva etapa en la Escuela de la Flor de Lis. Es así porque comienza una nueva etapa en mí. Durante estos casi treinta años de vida he estado buscándome y puedo decir tranquila, que al fin me encontré. Por el camino ha habido pérdidas y ganancias, ilusiones y trampas… La verdad, ha habido de todo. El lugar y la familia en la que nací han sido el caldo de cultivo para encaminarme hacia lo que soy. Me he encontrado con multitud de situaciones contradictorias y como comúnmente decimos, me he rendido. Y tras esta rendición, siempre aparecía fuera algo que me empujaba a continuar a pesar de todo. Más tarde, decidí con mucha determinación que nadie se iba a interponer entre la felicidad en mi vida y yo. Con asombro, descubrí que la única que se interponía era yo. Cuesta, al principio cuesta, porque una quiere que fuera dejen de hacer cosas que te hacen daño o dicho de otra forma, que la vida deje de ser lo que es para que tú puedas ser. No funciona así. Cada uno es como es, la sociedad, el estado, la familia, son como son, y eso no podemos evitarlo ni cambiarlo. La vida es lo que es, pero, ¿y yo? ¿Quién o qué soy yo? En esta pregunta te puedes sumergir hasta encontrar la respuesta. Yo no creo que se trate de encontrar una identidad que te defina, puesto que esta existe desde el día en que naciste asumiendo así la familia en la que has elegido crecer. Yo no creo ser “Estefanía Carrillo García”, esa es la identidad de este cachito de vida que vivo. Hice una profunda labor para despegarme de todo esto, totalmente necesaria para llegar a la siguiente conclusión: yo no soy esa identidad, pero esta identidad es mi llave en la experiencia. En esta identidad está contenido todo lo que necesito para vivir esta encarnación. Todo lo que he heredado de mi familia (creencias, cultura, programaciones, opiniones, los “deberían ser”…) está perfectamente hilado y tiene su razón de ser en esta encarnación. No podemos negar nuestro pasado, es el que nos ha traído hasta aquí. Sin embargo sí que podemos trascenderlo. Para ello, deberá de ocurrir algo muy importante: necesitaré cambiar YO. Dejar de pedir a la vida que se deje de comportar como se comporta, dejar de pedir a tu situación que cambie, dejar de pedir que la gente sea como es… No se trata de dejar de pedir, sino de pedirte a ti mismo aquello que realmente te dará la felicidad. ¿Por qué perdemos tanta energía en querer cambiar lo de fuera cuando podemos usarla en llegar a nuestra felicidad? ¿Mi felicidad llegará cuando tenga más dinero en el banco? ¿Cuando acabe este sufrimiento que parece ser eterno? La respuesta es NO. La felicidad, está dentro, el sufrimiento, está dentro. Todo lo que no sea esto, son ilusiones del pasado que vuelven a buscarte, vuelven a llamar a tu puerta para que puedas por fin traspasar tus propios límites, los que tú mismo has asumido como válidos y aquellos a los que les das poder y autoridad.
Llegados a este punto, me encuentro con la misma dificultad en mí y en otras personas. ¿Cómo se hace esto? En primer lugar recuerda lo que eres, eres CONSCIENCIA, no eres tu mente, ni tus pensamientos y mucho menos sus emociones. Todo ello es parte del atrezo, ojo, fundamental para que puedas vivirte, sin embargo, NO ES LO FUNDAMENTAL. Lo fundamental en ti es la CONSCIENCIA. ¿Qué es la consciencia entonces? Saber lo que eres, aquí y ahora, en este momento, en este instante. Hoy te conoces de una forma, mañana te conocerás de otra, pasado de otra… ¿Acaso eres el mismo de ayer? Si crees que sí, es que no estás sintonizado con el cambio que se produce en ti a cada instante. La consciencia incluye todo lo que estás siendo en este momento y sabe que no eres tu cuerpo, no eres tus emociones, y mucho menos lo que se te pasa por la cabeza. Diferenciar lo que eres de lo que no eres, es fundamental. Cuando vives situaciones que te resultan realmente fuertes, te estás llevando a profundizar muchísimo más en lo que conoces de ti mismo. Entonces, hemos llegado al siguiente punto: ES MUY IMPORTANTE CONOCERTE. Este “conocerte” incluye todos los niveles: cuerpo, emociones, pensamientos, expansión, capacidades, facilidades, dificultades, gustos, reacciones, comportamientos, acciones… Dentro de ti, hay un observador y créeme, es muy buen observador, puede observarlo TODO sin ningún tipo de juicio ni de condicionamiento. Es observador es imparcial y no tiene preferencias, ni tibio ni caliente, ni alto ni bajo, ni corto ni largo.
Así hemos llegado a una parte sustancial de pastel: ¿cómo se hace esto? ¿Cómo me vuelvo consciente de lo que soy? ¿Cómo diferencio lo que soy de lo que no soy? ¿Cómo llego a ese observador imparcial (y lleno de amor, dicho de paso) que hay en mí? ¿Cómo me conozco? Esta es la respuesta: HACIÉNDOLO. ¿Cómo? Ponte a hacerlo. ¿Pero cómo lo hago? Hemos dicho que necesitamos diferenciar, conocernos, observarnos. Esto lo llevamos haciendo desde pequeños, tal vez, alguno nos cueste más trabajo de realizar, pero ahí está el truco, en realizarlo, lo hagas como lo hagas, no hay forma correcta o incorrecta, puesto que la clave está en que lo hagas, que lo lleves a la práctica. El cómo no es tan importante sino la determinación y la intención para llevarlo a cabo. Por ejemplo, para diferenciar lo que eres de lo que no eres, puedes ponerte una lista de cosas en las que enfocarte: el cuerpo, lo que estoy sintiendo, lo que estoy pensando, mi forma de ver la vida… ¿Soy todas esas cosas? Y para contestarlo, lo veo en la práctica, en mi día a día. Puedo mirarme al espejo y preguntarme si yo soy la imagen que veo, o algo que va más allá de la imagen que estoy viendo reflejada. Y ahora fíjate, ¿quién está observando las diferencias? Exacto, el observador. Ya has llegado a ese observador que existe justo antes de que tú formules una idea o una opinión más allá de lo observado. Y por último, ¿cómo puedo conocerme? Obsérvate, queda contigo para tomar un café, siéntate a acompañarte. Puedes usar las herramientas que consideres que encajan contigo. A mí me ha funcionado muy bien la escritura, todos los días me siento a escribir con la intención de conocerme, de ver qué ha cambiado hoy en mí que ayer no estaba. Cuando me he sentido muy mal, me he sentado a escribir, aunque sea aquello que me hacía sentir mal y para mi sorpresa, este acto me aliviaba y me hacía sentir mejor. Tal vez a ti te funcione mejor hablar en voz alta tú solo, o hablar mirándote al espejo. No importa la forma en la que lo hagas, sino que lo hagas. Que te trates como si fueras tu mejor amigo y te lleves de la manita cada día. Esta pate de nuestra labor no podemos dejársela a nuestro ser superior, a los ángeles, a la vida… No, es nuestra tarea, no en el sentido de que nos sintamos obligados a realizarla porque no hay más remedio. Sino teniendo claro, que nosotros mismos (yo inferior, nuestro propio ego, nuestra identidad en esta encarnación) somos los responsables de conocernos o no. Que yo me dedique a conocerme cada día por mí mismo, es mi llave mágica.
Así que, desde mi corazón te animo, a que dejes de lanzar balones fuera (al ser superior, a papá pitufo o al dios todo poderoso) y que hagas sin pensar eso que es CONOCERTE. Hazlo, te estarás eternamente agradecido.
Por mi parte, seguiré haciendo aquello que me hace feliz, aquello que hace que me olvide del tiempo y el espacio, seguiré siendo lo que soy.
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