El orgullo puede matar- Diario de mi Evolución© 7
Después dejé de estudiar guitarra clásica. Sobre el 2013 el hecho de estar aislada en una habitación, manteniendo un tono muscular y una técnica, leyendo y aprendiendo una música que nadie iba a escuchar… Aquello no tenía sentido para mí la verdad. Recuerdo esa mañana, fue despertar en el automatismo del estudio: «pero qué estoy haciendo, esto ya no tiene sentido». Así que guardé la guitarra en la funda y me senté al escritorio a escribir sin ningún tipo de remordimiento.
Quiero dejar claro, que dejé la guitarra pero no la música. En aquella época había estado aprendiendo algo más de composición, que es el camino con el que musicalmente me quedo. Tuve la oportunidad de estudiar las tripas de la música y fue lo que más me gustó. Sin embargo, en aquella época la cosa se me puso bastante cruda y claramente, no podía estar sentada al teclado ni al ordenador musicalizando o investigando con acordes, cuando lo prioritario era que encontrara un trabajo. Creo que aquí es donde empieza la aventura —extraordinaria aventura— de conseguir salir viva de todo lo que se activó el momento en que fui coherente con mis sentimientos y guardé la guitarra en su funda. Se me acabó la estabilidad que había conocido en esta vida y en este cuerpo hasta ahora. Lo de después fue chungo no, lo siguiente.
Simultáneamente hubo un proceso de liberación en el campo gravitatorio de la casa en la que estaba, con el que yo no tuve nada que ver, porque a mí no me implicaba directamente y tampoco lo provoqué yo, como pude constatar años más tarde. De forma errónea me sentí culpable en aquel momento y aquella situación, aunque lo que se iba a cocer los años siguientes en ese hogar no tenía nada que ver conmigo. Hoy día lo veo más claro, aunque ha sido tremendamente difícil. Lo único que hice fue despertar de un sinsentido y abandonarlo. Por ende me fue más fácil abandonar otras cosas que tampoco se ajustaban a cómo me sentía. No sabía lo molesto que podía ser esto para el resto del personal, tan molesto como para no poder gestionarlo e incluso, pagarlo con quien es inocente. Así que hice lo que cualquiera en su sano juicio debería de saber hacer cuando esto ocurre: pedir ayuda y salir corriendo. Desde este momento pienso en aquello y cuánto me alegro de haber pedido ayuda a alguien que no tenía nada que ver con ninguno de mis núcleos familiares. Ese acto me hizo ver que no soy orgullosa y de toda esta situación aprendí, que el orgullo te puede matar.
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