Mi obsesión por el cuerpo- Diario de mi Evolución© 17
Mi obsesión por el cuerpo ha sido sutil, muy sutil pero siempre presente: a ver qué van a decir de mí, las dificultades que este rasgo me va a traer, ahora que yo me encuentro mejor de ánimo me enfermo, me rechazan por el cuerpo que tengo —gordofobia o su opuesto—, etc. Así un año, otro, otro, otro… Sin duda, algo importante nos pasa con esto cuando por regla general no existe una actitud saludable al respecto de esto y cuando tu confianza se ve flanqueada por una forma corporal concreta.
En su momento y bien pequeña, aprendí a aislarme del exterior. Me flanqueé en mi barriga y eso, con el tiempo y otras circunstancias que ya comentaré en otro momento, me llevaron a una delgadez extrema. Al final yo era la misma con barriga o sin ella… Pero había ciertas personas que seguían necesitando dar por culo con este tema. Una hipocresía que te abofetea la cara y que a fin de cuentas, te conduce a un momento de ti misma de incapacidad. Se traduce en que solo cuando dejas de ser tú misma —o tú mismo— te dejan en paz. Y claro, por el camino ya has perdido mucho: te has perdido a ti.
Al final, después de darle muchas vueltas y analizarlo desde distintos puntos de vista, he llegado a esta conclusión: con respecto al trato al cuerpo propio hay dos grupos de personas: aquellas que desean que te encuentres y aquellas que desean que te pierdas. Este último grupo suele ser muy competitivo, muy duro en la crítica o el juicio y además, con la suficiente soberbia escondida como para mirarte a los ojos y hacerte creer que el problema psicológico lo tienes tú. Encima, ves que su único objetivo es que alguna parte de la sociedad les contente y en la base más primaria: les acepten. Es ahí cuando están en paz ellos y a ti te dejan en paz, hasta que vuelven a necesitar de ti para sentir su posición y por tanto, sentir que son alguien y que tienen una identidad.
Siguiendo el hilo, me he encontrado también con dos grupos de rechazados: el que es rechazado porque realmente es difícil de tratar por el daño que conlleva personalmente relacionarte con estas personas —psicópatas, narcisistas, sometedores, maltratadores, potenciales asesinos…— y el otro grupo, el que se rechaza a sí mismo por no ser capaz de plantarles cara al primero. Una vez aquí, yo dejo escrito con seguridad este enunciado: cómo no voy a rechazarme si de ello depende que yo pueda seguir adelante con la parte de mi vida que me ocupa en este momento y que casualmente, no tiene nada que ver contigo, es decir, en principio serás excluido por aquella parte de mí que ha vivido tu forma de tratarme, la cual ha tenido que asumir un coste personal que yo misma, habré de restaurar.
Por cierto, a día de hoy he conseguido establecer los suficientes límites personales para que mi cuerpo tenga la forma que tiene que tener como consecuencia de la vida que llevo a cabo, lo que significa que me cago en la envidia del que me mira las piernas por tener más o menos músculo, porque estén más o menos delgadas, etc. Digo piernas pero también me refiero al abdomen, al pecho, el culo, la cara, el cráneo y el pelo. Llegar aquí me ha costado un trastorno que en psicología se llama bulimia nerviosa, pero gran Wingapo, porque la persona sometedora que había provocando todo esto, hoy tiene en su cuerpo y en su casa lo que ella sola se ha cultivado con su forma de ser. Ahora vas, y lo cascas.
Salamanca, septiembre de 2017.
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