EL MÁS ALLÁ II

En esta entrada, como os prometí,  voy a hablar de qué pasa con nosotros cuando morimos. Así, sin anestesia.

Primero, hemos de prestar atención a nuestro estado interno en el momento de la muerte. ¿Por qué? Porque dependiendo de cómo estemos, nuestros compañeros van a necesitar hacer una cosa o hacer otra. Me refiero a los casos en los que abandonamos el cuerpo y nos vamos a alguna dimensión por ahí perdida de la mano de Dios. Este lugar va  a estar directamente relacionado con nuestro estado interno. Por ejemplo, si me he sumido en la oscuridad o alguna dimensión muy negativa, iré a parar a algún lugar de la periferia terrestre que resuene con el estado interno. Esto que comento no es una norma a rajatabla, sino que es algo que suele pasar con frecuencia por estos lares humanos. En caso de perdernos, entonces,  será necesario que alguien venga a buscarnos. Nos han de localizar para llevarnos a las dimensiones donde está todo organizado. Personalmente, he vivido búsquedas complicadas, de tener que localizar a alguien que estaba en un inframundo, y de tener que densificarme mucho para poder acudir a su encuentro. El estado de estas personas suele ser el de estar más perdido que el barco del arroz, muy ensimismados por el estado energético con el que se han ido más el hecho de que morir y cambiar de dimensión es un cambio fuerte. Una vez localizados y llevados hacia los lugares donde están los equipos de humanos inmateriales que se dedican a eso, la cosa se vuelve muy fácil.

Segundo, otro caso que también nos puede ocurrir, es cuando nuestra muerte es un auténtico accidente. Me explico: hay accidentes que no son tales, son acontecimientos totalmente preparados y que entran a engrosar eso de que la casualidad en el universo no existe. Bueno, pues esto no es cierto del todo. Es decir, tú como Conciencia puedes tener un despiste y morirte porque no has controlado bien el coche y se te ha ido el dominio de la materia de las manos. O que te hayas visto implicado en un accidente que por causas ajenas a ti ha provocado tu muerte. Esto, también sucede. En estos casos sales y puedes encontrarte contigo en tu mismidad. O sea, tú Conciencia contigo mismo en tu mundo. O puede ser también que vayas a parar a una de las inmediaciones terrestres donde ya no hay materia, pero te quedas cerquita. Lo normal es que aquí aparezca alguien para guiarte, como hemos visto en la primera parte.

En último lugar, me he dejado lo más común y lo que es más frecuente. El pan de cada día, vaya. Para empezar, hemos de saber que casi todas las muertes están más que sostenidas desde el más allá. Esto significa que hay gente que se encarga de recibirte, de ponerte el túnel de luz para que te alejes de la dimensión más cercana a la materia y te vayas a zonas de la periferia donde hay espacios preparados para estar tranquilo. Una muerte, por norma general, está preparada: la Conciencia sabe cuándo se muere y qué procesos llevar durante los últimos años de uso de ese cuerpo físico. Hay equipos de gente inmaterial que se encarga de recibir a las personas que mueren e incluso, de organizar lo que se puede llamar perfectamente “comité de bienvenida”. Éste suele estar formado por la familia y las personas no materiales que te han ido acompañando en tu trasiego terrestre. Por tanto, la respuesta a la pregunta de ¿a dónde vamos cuando morimos? A dimensiones que están preparadas para acogernos, que son un punto intermedio entre la dimensión inmaterial más densa que es la que pega a la corteza terrestre, y otras dimensiones más sutiles donde ya iremos cuando asumamos que hemos fallecido, nos encontremos con el percal inmaterial  y decidamos por dónde queremos continuar el hilo de nuestra existencia humana.

Hablaré de otras cosas del más allá en sucesivas entradas. Para la próxima entrada, una sobre aprovechamiento del cuerpo físico. Si te ha gustado, compártela. Hagamos que el más allá deje de ser una incógnita y deje de estar en el terreno de lo oscuro. No hay nada más luminoso que el conocimiento.